Uno de los puntos más polémicos que tiene la comercialización de libros electrónicos es el DRM. Esta sigla significa “Digital rights management” y en español: “Gestión de derechos digitales”
¿Qué es?
Es un sistema que utilizan las tiendas de libros electrónicos (pero también las de música o películas) y limita el acceso a los libros que compramos. “Gestión de derechos” es un eufemismo para evitar la palabra “limitación” que sin dudas no suena muy atractiva comercialmente. La empresa Adobe que también es creadora de productos como Photoshop o Acrobat Reader es la principal gestora de este servicio.
La mayoría de expertos de gestión DRM están de acuerdo en que los mejores sistemas de derechos combinan mecanismos de acceso de software y hardware. Al vincular los derechos de acceso directamente a las CPUs, discos duros u otros medios de almacenamiento del ordenador, los editores pueden controlar no sólo quién está leyendo la información sino también en qué dispositivo. Este nivel de protección es importante para los documentos altamente sensibles tales como documentos legales o de estudios privados de mercado, en los que la copia ilegal y el compartir los mismos podrían acarrear daños importantes.
Fuente Adobe.com
¿Para qué sirve?
Sirve a los creadores de contenidos digitales para controlar cómo y quién accede a sus productos. Al fin de cuentas los libros son también productos que se compran y se venden. Por medio de este sistema el distribuidor se asegura una herramienta de control sobre los contenidos que posee. Si yo me compré, pongamos por ejemplo Los tres mosqueteros para leer en mi Kindle, Amazon verifica cada vez que yo me conecto a la tienda, que lo estoy leyendo en mi Kindle y no en ningún otro lado. Ahora se extendió el servicio y me permitiría leerlo en mi aplicación de Kindle para PC, pero siempre dentro de mi perfil de cliente. Si yo copiara el archivo, se lo pasara a un amigo y este amigo intentara leerlo, simplemente no podría. El distribuidor mediante DRM no legitima el uso de ese archivo en otro dispositivo que no sea el mío.
¿Cuál es el problema?
Los opositores a este sistema encuentran en él una limitación a la libertad de uso de un bien cultural legítimamente adquirido y esto, dicen, se convierte en un obstáculo ético para la explosión del libro electrónico como modo de acceso a la literatura.
Con el libro tradicional cualquiera de nosotros consigue tener una obra en forma ilimitada. También podemos prestarla, venderla o incluso copiarla, si quisieramos citar algún fragmento. El DRM clausura esta posibilidad, los archivos que descargamos están “atados” a un dispositivo electrónico con un número limitado de descargas. Podríamos sospechar que el acceso al libro electrónico que compramos hoy, dentro de 20 años será, al menos, difuso. Muchos de nosotros, en oposición, heredamos las bibliotecas de nuestros padres y abuelos que se mantienen incólumes con el paso del tiempo.
Los opositores, dicen, además, que el DRM pasa por encima de las ya existentes leyes que protegen el derecho de autor, haciendo un uso abusivo de esos derechos.
Qué se dice a su favor
Es cierto que la industria editorial tiene que vender libros para sostenerse. La idea de vender uno o dos ejemplares y después facilitar su copia sin ningún tipo de retribución para el autor y para el editor supondría un modelo con una fecha de vencimiento muy próxima. El libro en papel de alguna manera limita la copia indiscriminada porque la replicación supone una pérdida de calidad y una limitación física -hay que transportar al papel de un lado a otro-. Algunos editores, sin embargo, no creen que el DRM sea la respuesta.
Ante la piratería, Ángel María Herrera, fundador y director de la empresa de autoedición Bubok, propone medidas pedagógicas: “Hay que educar a nuestros hijos para que vean que piratear está mal, pero que los editores dediquen tiempo a perseguir páginas piratas en lugar de pensar en contenidos nativos digitales es una pérdida de tiempo”. Según los editores, en 2009 se dejaron de ganar 150 millones de euros por la piratería en este sector. “¿Cuánto de esos se habrían facturado si tuvieran Libranda [plataforma de distribución digital creada recientemente por siete editoriales] el año pasado?”, interpeló el fundador de Bubok.
“La industria española examina su futuro digital”, El País, 14/6/2010
En el futuro próximo habrá una respuesta para todas estas preguntas, el ejemplo de la industria musical tiene que servir de algo.
*Fuente de la imagen: makoshark, con licencia CC