Crédito de la foto: Eterna Cadencia
Este año, sin embargo, las circunstancias se confabularon para regalarme sensaciones insospechadas. Al abrir el regalo me encontré con un… ¡lector de libros electrónicos! de la marca Kindle, dispositivo que nunca había incorporado a mi horizonte tecnológico de deseos. Es más: muchas veces expresé mi desconfianza en relación con nociones como papel y tinta electrónicos, que me parecían una superchería más interpuesta en la libre disponibilidad del material de lectura.
Pero mis prejuicios se vieron pronto aniquilados. Lo primero que cargué en mi Kindle fue Proust (en castellano y en francés), y me lancé a la aventura de volver a marcar en la versión electrónica mis pasajes predilectos.