Nosotros, somos antes que nada, lectores. Después entusiastas del libro electrónico, pero eso no quiere decir que no leamos en papel. Lo que pasa en nuestro país (y en la región) está motivado por lo que pasa en la economía más grande del mundo hoy, mal que nos pese, Estados Unidos. ¿Y qué es lo que está pasando allá? Algo inesperado: la venta e-readers cayó estrepitosamente durante 2012, más de lo que cualquiera se hubiese imaginado, un %36. Dicen por ahí que la gente se siente más inclinada a comprar tablets en lugar de dispositivos de tinta electrónica.
Nicholas Carr, crítico tecnológico, autor de Superficiales, dice en un artículo del Wall Street Journal:
Los lectores de materiales más serios, incluyendo la ficción literaria y la narrativa de no-ficción, se han mostrado más reacios al libro digital. Parecen preferir el peso, la durabilidad y el placer táctil de lo que aún llamamos “libros reales”, el tipo de libro que puede ponerse en un estante de biblioteca.
En otras palabras, los libros digitales podrían resultar ser simplemente un formato más, una especie de paperback más liviano y descartable aún. Esto se correspondería con el descubrimiento de que cuando la gente comienza a comprar libros digitales no necesariamente deja de comprar libros impresos. De hecho, de acuerdo con [la consultora] Pew, casi el 90% de los lectores de e-books siguen leyendo ediciones físicas. Ambos formatos sirven propósitos diferentes.
Habiendo sobrevivido 500 años de revoluciones tecnológicas, el invento de Gutenberg probablemente resista también la arremetida de lo digital. Un libro nuevo, bien impreso y bien encuadernado tiene algo que aún no estamos dispuestos a resignar.
Gracias a @__mer__ por la traducción puntillosa.